sábado, octubre 27, 2007

SOLEDAD.

Hay mucha gente sola. Y la soledad está muy bien cuando uno la busca pero la imposición nunca es buena. Veo soledad es los ojos de muchos ancianos. Sin ir más lejos ayer mismo una anciana se me acercó en la fruteria y me dió un papel para que leyera lo que ponia porque ¡no tenia nadie a quien acudir!. El papel estaba escrito en francés porque al parecer esta señora trabajó de agricultora en Francia en su juventud, pero era un papel con muchos datos personales y bancarios y ella lo mostró a una desconocida como si tal cosa. Me dió pena porque parecia frágil y desamparada, no sabia leer además. En el supermercado la semana pasada me pasó un caso similar con otra anciana. Ésta tenía problemas con los precios de las cosas. No sabía qué era más barato o más caro y me vació el monedero en la mano para que le dijera si tenía suficiente con las monedas que llevaba para pagar. Aprovechó para contarme su vida, su necesidad de hablar era inmensa. Me contó que un día se cayó en la calle y nadie se acercó a ayudarla.Me contaba cosas tristes y la soledad se reflejaba en su mirada. Pasó por detrás una empleada del supermercado y me hacía gestos indicándome que no hiciera demasiado caso a la anciana y esto me pareció más triste todavía. Pero es lo que hay, parece que mucha gente no se da cuenta de la cantidad de cosas que nos aportan los ancianos y sobre todo no se dan cuenta de todo lo que se pierden por no prestarles atención. Siempre recuerdo algunos momentos que he pasado sentada en el salón de alguna residencia de la tercera edad y lo recuerdo como un momento inolvidable, bonito, pleno, porque me aportan mucho las personas mayores, me enseñan el camino que han recorrido y sus conclusiones. Me da pena que haya personas que tengan la suerte de tener abuelos y no los disfruten y sobre todo que no les cuiden como se merecen. Si, pienso que hay mucha soledad, muchas almas perdidas, muchas almas vacias, muchas personas con gente alrededor y sin embargo pensando quizás en aquellos que les faltan, que ya no están. Hay soledades impuestas que serían más soportables si las personas tuvieramos más humanidad en el corazón. Hay soledades que podrían curarse con sólo prestar un poco más de atención, con sólo pararse a escuchar y regalar una sonrisa.

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